viernes, 20 de marzo de 2015

A corto plazo

"Piénsalo de esta forma, te han jodido tantas veces que ya casi ni te duele"
Qué triste pensé. Le cuentas a una amiga que tu última ilusión acaba de irse a la mierda y te dice eso, y lo peor de todo es que lleva toda la razón, o casi toda, porque nunca deja de doler, solo cambia la duración.

A veces la vida va y te sorprende, y como la mitad de las veces, aparece alguien cuando menos te lo esperas y de la forma más original posible. Y siempre caes en lo mismo, ¿y si esta vez si funciona? Dicen que es de valientes y soñadores volver a abrir el corazón después de que te lo rompan, yo creo que es de masoquista. Lo vemos venir, acabas convirtiéndote en un experto y casi siempre sabes cuando va a venir el golpe, pero aun así decides apostar, que nunca se diga que no salió bien porque no lo intentaste.

Llega un día en el que ya no es el miedo lo que te impide abrirte a alguien, es la sensación de ya te has vaciado en cada una de las ilusiones anteriores y ya no te queda nada que dar. Pero te dices que hay que matar esos monstruos e intentarlo, nunca se sabe cuando será la definitiva.
También es sorprendente que cuando las cosas van bien piensas ¿de verdad? ¿Esto me está pasando a mi? Y a la vez sabes que es algo temporal, que esa es la felicidad a la que estás acostumbrada, a la de a corto plazo, a esa que casi no te da tiempo a disfrutar.

Y con el tiempo descubres que es verdad. Que ya son tantas las veces que te han destrozado la ilusión, que te has acostumbrado, podrías hacer una lista de las razones que te han dado cada una de las ocasiones porque te las sabes de memoria. Y qué triste, piensas, tener que acostumbrarse a esa sensación y peor, saber que llevabas razón cuando sentías que esos momentos mágicos eran algo temporal.

viernes, 27 de febrero de 2015

Supongamos

Supongamos que ya no te quiero, y que empiezo a quererme a mi, en el caso de que sepa como se hace eso. Supongamos que dejo de intentar hacer tu vida más bonita y empiezo a preocuparme por arreglar la mia. Supongamos por un momento que me lo creo e intento ser feliz.

Si me creyera lo que digo me resultaría igual de fácil olvidarte que decirle a una amiga "olvida a ese tio que no te merece". Y es curioso como siempre tenemos las palabras correctas para los demás y nunca nos las aplicamos a nosotros mismos. Es tan fácil ver como una amiga está perdiendo su tiempo con el gilipollas de turno y decirle que no lo permita, que ella vale mucho más y que pase página. Sin embargo, ahí estás tú enamorada como una imbécil por alguien que nunca va a darte lo que te mereces. Y vuelves a rogar ser su elegida, y te entregas, o más bien te regalas, al 100%.

Las personas que tenemos tendencia a estamparnos contra un muro no solemos querernos. No sabemos que nosotras somos las que tenemos que elegir y no ser siempre la elegida, la ganadora del premio, premio que acaba siendo una pesadilla. Nos conformamos y nos autoconvencemos diciendo esta vez sí, esta vez no me estoy equivocando. Pero en el fondo sabemos que volvemos a querernos mal.

Supongo que debemos suponer que algún día aparecerá la persona correcta cuando menos lo esperemos, porque se supone que las cosas buenas tardan un poco más en llegar, pero el día que llegan lo hacen para quedarse.

Y ahora por suponer, supongamos que vuelvo a leer todo esto y empiezo a darme cuenta que estoy dejando pasar mi vida sin quererme tan sólo un poquito, y suponiendo que en el fondo tú me quieres.
¿Sabes lo que también supongo?
Que nunca lo hiciste.

viernes, 20 de febrero de 2015

Tenemos derecho a equivocarnos

Supongo que en la vida aprendemos a base de equivocarnos. Nos equivocamos una y mil veces con la persona de la que nos enamoramos, nos equivocamos con las amistades aunque tardes años en darte cuenta, y sobre todo, nos equivocamos con hacernos promesas que sabemos que vamos a inclumplir. Como esa que me repito a diario de no volver a echarte de menos.

Creo que tenemos derecho a equivocarnos, incluso varias veces. Ir y volver, confiar en quien sabes que no lo merece, enamorarse dos veces de la misma persona. Tenemos derecho a hacerlo, aunque una y mil veces nos digan que lo estamos haciendo mal, que vamos a terminar llorando, hay que equivocarse para darse cuenta por uno mismo que a veces nos empeñamos en algo imposible.

Tenemos miedo a equivocarnos, miedo a arriesgar y volver a terminar igual que la vez anterior que decidiste dejar de ser tú para ser él, miedo a volver a sentirte solo ante un nuevo cambio en tu vida. Creo que hay que equivocarse, cagarla mucho y a menudo, pero nunca hay que dejar de hacer algo por miedo a lo que pueda ser porque en un futuro tendrás que preguntarte ¿y si...?

Personalmente me equivoco demasiado, sobre todo en el terreno amoroso, creo que me he equivocado todas las veces que lo he intentado, pero he aprendido que en cierta manera el problema es la falta de amor propio, ese que deberiamos cuidar más que ningún otro y que tan olvidado tenemos.
Y estoy convencida de que volveré a equivocarme, porque a veces parezco un error andante y no dejo de hacerme daño.

Pero tengo todo el derecho del mundo,y creéme, contigo me equivocaría una tercera vez.

jueves, 29 de enero de 2015

Como una mariposa de Vietnam

Dicen que en Vietnam hay una especie de mariposas que solo viven 24h. Tienen un día, solo un día para nacer, crecer y encontrar otra mariposa con la que compartir esas horas. Es decir, tienen 24h para crear los miles de momentos que creamos nosotros durante años.

Hay historias que desgraciadamente también funcionan así. Historias que nacen limitadas en el tiempo, por estar prohibidas o por ser imposibles desde el principio. Son de esa clase de historias que dejan huella para siempre, que te llevan al borde de la locura y que te hacen dudar si el resto de personas que puedan aparecer serán capaces de hacerte sentir igual.

¿Conoces esa sensación de querer tanto a alguien que cuando estás cerca sientes que te falta el aire? Sentir que cada minuto que tienes es un regalo, un tesoro que tienes que cuidar y aprovechar al máximo, porque nunca sabes cuando se acabará la vida de esa mariposa de Vietnam. 
Y le miras, y te quedas sin palabras porque el simple hecho de sentirle cerca te parece lo más maravilloso del mundo. Es ese tipo de amor que se basa en la admiración, en absorver las pequeñas cosas de los momentos que parecen insignificantes. Me refiero a momentos como cuando se pone una camisa que sabe que te gusta, o cuando se acuerda de que te encanta que huela a colonia y después de haber salido vuelve a casa porque se le olvidó echarsela, o el hecho de ir con él y que te diga lo mucho que le encanta que le vean contigo y presumir de la mujer que tiene al lado, aunque nadie llegue a saber nunca que es un amor no correspondido, un amor imposible, o que ni siquiera es amor. Pero qué bonito parece desde fuera, tan bonito que te lo llegas a creer, aún sabiendo que vuestras 24 horas estaban agotadas desde el principio.

Una vez escuché en una película que las princesas son tan sensibles que cuando están lejos de su reino pierden el equilibrio, e incluso se ponen tan tristes que se ponen enfermas. Esto también es algo así. Cuando estás en su reino eres incapaz de acordarte de algo más, nada más importa, nada más existe. Sólo piensas en exprimir cada sonrisa que te regala, cada palabra que te estremece y cada instante que sabes que es sólo vuestro. Cuando todo eso se acaba, pierdes el equilibrio, y te das de golpe con la realidad, como si te estamparas contra un muro, a pesar de que lo veías desde lejos.

Y quererle es algo así, una especie de obsesión que te ciega, un no quererse a uno mismo, un si me dices ven lo dejo todo aunque por el camino me vaya perdiendo. Perder el equilibrio, para siempre. Pero querer vivir desequilibrada eternamente si eso significa ser la princesa de su reino.


jueves, 18 de diciembre de 2014

La magia de una vida nueva

Han pasado tantas cosas desde que no escribo... 

La vida puede cambiarte un día cualquiera mientras haces las mismas cosas cuando te ofrecen darle un giro de 360 grados a todo lo que conocías hasta ahora, y lo aceptas porque llega en el momento exacto en el que estabas pidiendo un cambio a gritos. 

Y pasa que te vas a vivir fuera de tu hogar y descubres lo que realmente es la vida. Jamás habría imaginado que iba a crecer tanto sin ir de la mano de la gente que me quiere. Y de repente trabajo en un hotel y tengo un piso nuevo, que se convierte en un hogar de esos que te hacen sentir como en casa. Animadora de hotel, compartiendo piso con alguien que a día de hoy es una de mis personas favoritas en el mundo, mi formador. Y en ese punto empieza mi nueva vida como persona independiente, cuando me doy cuenta de lo que duele hacerse mayor. 5 meses inolvidables. 5 meses de magia. 5 meses en Benidorm. 

Un 22 de marzo empiezo a trabajar en el hotel Magic Rock Gardens como animadora, asumiendo que nunca he trabajado en ello y que seguramente empiezo un camino difícil. Y, así fue. Formaba parte del mejor equipo de animación que pueda existir, compuesto por tres máquinas del entretenimiento. Un loco inglés, al que todo el mundo conoce como Crazy Mike, el jefe, el gran capitán Rockin Roque, seguramente la persona con la que más me ha costado conectar en mi vida, y mi formador, la persona a la que le debo todo lo que me ha ocurrido este año, y a la vez compañero de piso, el irrepetible Teen Teen David. Para hablar de él habría que escribir más de mil páginas porque nunca he visto a nadie ponerle tanta magia al trabajo, tanta que animaba una sala con un simple "Bien bailaó", y conseguía enamorar a viejecitas y a princesitas que casi no sabían ni hablar. Y yo fui la privilegiada que aprendí todo lo que sé gracias a él, escuchando sus consejos, aceptando su críticas y observándole hasta el último día. 

Fueron 5 meses de trabajo muy muy duro, con muchas horas de dedicación cada día, tanto que no había vida fuera del hotel, tanto que dejé escapar a una persona increíble por no ser capaz de desconectar de mi trabajo. Aprendí a adorar esta profesión, me robaron el corazón cada uno de los niños que me regalaba una sonrisa y sus padres que me agradecían la felicidad de sus hijos solo con una mirada. Ya lo decimos nosotros, "Niños felices, padres contentos". 
Tuve que aprender a llevar una sala llena de clientes de distintos países, y más difícil aún, y que por supuesto me enseñó Teen Teen, mirar una sala y saber que hacer en todo momento. El hotel se convirtió en mi casa, conocí a gente increíble con la que me une una gran amistad, puedo decir que la magia de ese hotel está en cada uno de sus empleados, incluso en aquellos con los que aprendes con el paso del tiempo que no puedes fiarte de nadie. 

Había conseguido crear un hogar, tanto que hasta acogimos a una gatita, que no podría llamarse de otra forma que no fuera Magic, y que es uno de los recuerdos más dulces que guardo de Benidorm. Lloré más veces de las que soy capaz de recordar, pero también fui feliz como nunca antes lo había sido. 
En agosto toda esta aventura llegó a su fin tras muchas situaciones que no merece la pena recordar. Cada uno de nosotros tuvo que tomar un camino distinto, tuve que echar la llave a mi casa, dejar a mi pequenia Magic en manos de una gran amiga y compañera de emociones, y tomar una de las peores decisiones de mi vida,dejar escapar a un maravilloso chico tras la barra de un camping, porque pensaba que no le merecía. 

Madrid, mi casa, mi familia, mi vida de siempre. Suena increíble, verdad? Por raro que parezca yo me sentía como una extraña que vivía echando de menos cada uno de los días que pasé en Benidorm. Decidí sin pensarlo que tenía que irme, encontrar otro hotel y otro lugar a los que pudiera convertir en mi hogar. 
Tres semanas después estaba cogiendo un avión con destino Tenerife. Y lo que pasó de ahí en adelante es algo que ya contaré.

martes, 4 de marzo de 2014

Un soldadito de plomo

Yo con mi coraza y llegas tú con esa sonrisa…

 Y así empiezan muchas historias. Un día cualquiera, sin que lo esperes, llega alguien que no sólo te mira, sino que sonríe mientras que lo hace. Y ese detalle es el que importa.

 Siempre he creído en la importancia de las pequeñas cosas, de los detalles que marcan la diferencia. Lo bonito de que alguien aparezca en tu puerta sin avisar, de que te deje su abrigo cuando estás muerta de frío aunque él solo lleve una camisa y se congele, o que te digan lo mucho que le gusta todo lo que le hace sentir tu olor.

 Adoro esas pequeñas cosas que muchas veces pasan desapercibidas, y que son las que realmente hacen que seamos como somos con esa persona. No necesito a alguien pendiente de mí las 24 horas del día, pero sí a alguien que se acuerde de mi a diario no por obligación, sino por sentimiento. Alguien con quien media hora hablando en un  coche merezca un mes de espera, esa persona que cambia sus planes por pasar tiempo contigo. Aquel que te cuenta su cuento favorito si ve que no puedes dormir, o que te abraza sin razón.

 Alguien que te desarme por completo y que acabe con todas tus promesas de no volver a ilusionarte. Y es que no hay nada más bonito que encontrar tu refugio en él. Que te haga sentir protegida cuando te esconde entre sus brazos o que le quite toda la soledad a tu sonrisa.
Pero que lo haga siempre. Alguien que no desaparezca, que no cree falsas esperanzas y sobre todo alguien que quiera quedarse de verdad, durante alguna que otra eternidad.

 Y que sea como el soldadito de plomo de ese cuento que me contaste aquella noche…

martes, 18 de febrero de 2014

La pena no cura

Pasamos gran parte de nuestra vida buscando el amor, y no nos damos cuenta de que no se busca, porque llega solo y sucede cuando menos lo esperamos. Nos empeñamos en creer que cada persona que aparece puede ser la que le da sentido a tus días, y nos equivocamos una y otra vez, nos hacemos daño y dejamos que nos lo hagan porque creemos que forma parte del juego del amor.

Todos tenemos a una persona que nos ha desarmado por completo alguna vez, esa persona con la que crees encontrar el punto máximo de la felicidad, aunque haya estado 3 o 4 semanas en tu vida. Y el día que se va, te prometes lo de siempre. Que se acabó, que estás cansada de que destruyan todas esas cosas bonitas que querías construir al lado de alguien  y que esa es la última vez que vas a permitirte llevar la sonrisa de idiota en la cara. Y te refugias en la pena, obligándote a intentar sobrevivir en ese luto sentimental que te has impuesto. Ríes y piensas que no debes hacerlo, porque puede significar que empiezas a dejar de echarle de menos, incluso te fuerzas a recordarle cada minuto del día, cómo si eso fuera a conseguir que volviera a ti. Y no ves, que si alguien quiere quedarse no se va nunca.

Y llega un día en el que te das cuenta de que la pena no cura. Que te mereces seguir adelante por mucho que esa persona no quiera que te quedes, pero tampoco quiere que te vayas, haga que no te deje ser nada ni puedas dejar de serlo.

Porque siempre hay alguien en alguna parte que está dispuesto a hacerte sonreír, que hace bonitos los domingos y que sale de casa para darte un beso y verte cinco minutos. Ese alguien que anula tus nunca más y tus esfuerzos por no volver a ilusionarte.

Y es que el tiempo todo lo cura, pero la pena no. Por eso sonríe con quién lo merece y con quién de verdad quiere quedarse, y deja que te cure las cicatrices y te haga querer las suyas.