jueves, 18 de diciembre de 2014

La magia de una vida nueva

Han pasado tantas cosas desde que no escribo... 

La vida puede cambiarte un día cualquiera mientras haces las mismas cosas cuando te ofrecen darle un giro de 360 grados a todo lo que conocías hasta ahora, y lo aceptas porque llega en el momento exacto en el que estabas pidiendo un cambio a gritos. 

Y pasa que te vas a vivir fuera de tu hogar y descubres lo que realmente es la vida. Jamás habría imaginado que iba a crecer tanto sin ir de la mano de la gente que me quiere. Y de repente trabajo en un hotel y tengo un piso nuevo, que se convierte en un hogar de esos que te hacen sentir como en casa. Animadora de hotel, compartiendo piso con alguien que a día de hoy es una de mis personas favoritas en el mundo, mi formador. Y en ese punto empieza mi nueva vida como persona independiente, cuando me doy cuenta de lo que duele hacerse mayor. 5 meses inolvidables. 5 meses de magia. 5 meses en Benidorm. 

Un 22 de marzo empiezo a trabajar en el hotel Magic Rock Gardens como animadora, asumiendo que nunca he trabajado en ello y que seguramente empiezo un camino difícil. Y, así fue. Formaba parte del mejor equipo de animación que pueda existir, compuesto por tres máquinas del entretenimiento. Un loco inglés, al que todo el mundo conoce como Crazy Mike, el jefe, el gran capitán Rockin Roque, seguramente la persona con la que más me ha costado conectar en mi vida, y mi formador, la persona a la que le debo todo lo que me ha ocurrido este año, y a la vez compañero de piso, el irrepetible Teen Teen David. Para hablar de él habría que escribir más de mil páginas porque nunca he visto a nadie ponerle tanta magia al trabajo, tanta que animaba una sala con un simple "Bien bailaó", y conseguía enamorar a viejecitas y a princesitas que casi no sabían ni hablar. Y yo fui la privilegiada que aprendí todo lo que sé gracias a él, escuchando sus consejos, aceptando su críticas y observándole hasta el último día. 

Fueron 5 meses de trabajo muy muy duro, con muchas horas de dedicación cada día, tanto que no había vida fuera del hotel, tanto que dejé escapar a una persona increíble por no ser capaz de desconectar de mi trabajo. Aprendí a adorar esta profesión, me robaron el corazón cada uno de los niños que me regalaba una sonrisa y sus padres que me agradecían la felicidad de sus hijos solo con una mirada. Ya lo decimos nosotros, "Niños felices, padres contentos". 
Tuve que aprender a llevar una sala llena de clientes de distintos países, y más difícil aún, y que por supuesto me enseñó Teen Teen, mirar una sala y saber que hacer en todo momento. El hotel se convirtió en mi casa, conocí a gente increíble con la que me une una gran amistad, puedo decir que la magia de ese hotel está en cada uno de sus empleados, incluso en aquellos con los que aprendes con el paso del tiempo que no puedes fiarte de nadie. 

Había conseguido crear un hogar, tanto que hasta acogimos a una gatita, que no podría llamarse de otra forma que no fuera Magic, y que es uno de los recuerdos más dulces que guardo de Benidorm. Lloré más veces de las que soy capaz de recordar, pero también fui feliz como nunca antes lo había sido. 
En agosto toda esta aventura llegó a su fin tras muchas situaciones que no merece la pena recordar. Cada uno de nosotros tuvo que tomar un camino distinto, tuve que echar la llave a mi casa, dejar a mi pequenia Magic en manos de una gran amiga y compañera de emociones, y tomar una de las peores decisiones de mi vida,dejar escapar a un maravilloso chico tras la barra de un camping, porque pensaba que no le merecía. 

Madrid, mi casa, mi familia, mi vida de siempre. Suena increíble, verdad? Por raro que parezca yo me sentía como una extraña que vivía echando de menos cada uno de los días que pasé en Benidorm. Decidí sin pensarlo que tenía que irme, encontrar otro hotel y otro lugar a los que pudiera convertir en mi hogar. 
Tres semanas después estaba cogiendo un avión con destino Tenerife. Y lo que pasó de ahí en adelante es algo que ya contaré.

martes, 4 de marzo de 2014

Un soldadito de plomo

Yo con mi coraza y llegas tú con esa sonrisa…

 Y así empiezan muchas historias. Un día cualquiera, sin que lo esperes, llega alguien que no sólo te mira, sino que sonríe mientras que lo hace. Y ese detalle es el que importa.

 Siempre he creído en la importancia de las pequeñas cosas, de los detalles que marcan la diferencia. Lo bonito de que alguien aparezca en tu puerta sin avisar, de que te deje su abrigo cuando estás muerta de frío aunque él solo lleve una camisa y se congele, o que te digan lo mucho que le gusta todo lo que le hace sentir tu olor.

 Adoro esas pequeñas cosas que muchas veces pasan desapercibidas, y que son las que realmente hacen que seamos como somos con esa persona. No necesito a alguien pendiente de mí las 24 horas del día, pero sí a alguien que se acuerde de mi a diario no por obligación, sino por sentimiento. Alguien con quien media hora hablando en un  coche merezca un mes de espera, esa persona que cambia sus planes por pasar tiempo contigo. Aquel que te cuenta su cuento favorito si ve que no puedes dormir, o que te abraza sin razón.

 Alguien que te desarme por completo y que acabe con todas tus promesas de no volver a ilusionarte. Y es que no hay nada más bonito que encontrar tu refugio en él. Que te haga sentir protegida cuando te esconde entre sus brazos o que le quite toda la soledad a tu sonrisa.
Pero que lo haga siempre. Alguien que no desaparezca, que no cree falsas esperanzas y sobre todo alguien que quiera quedarse de verdad, durante alguna que otra eternidad.

 Y que sea como el soldadito de plomo de ese cuento que me contaste aquella noche…

martes, 18 de febrero de 2014

La pena no cura

Pasamos gran parte de nuestra vida buscando el amor, y no nos damos cuenta de que no se busca, porque llega solo y sucede cuando menos lo esperamos. Nos empeñamos en creer que cada persona que aparece puede ser la que le da sentido a tus días, y nos equivocamos una y otra vez, nos hacemos daño y dejamos que nos lo hagan porque creemos que forma parte del juego del amor.

Todos tenemos a una persona que nos ha desarmado por completo alguna vez, esa persona con la que crees encontrar el punto máximo de la felicidad, aunque haya estado 3 o 4 semanas en tu vida. Y el día que se va, te prometes lo de siempre. Que se acabó, que estás cansada de que destruyan todas esas cosas bonitas que querías construir al lado de alguien  y que esa es la última vez que vas a permitirte llevar la sonrisa de idiota en la cara. Y te refugias en la pena, obligándote a intentar sobrevivir en ese luto sentimental que te has impuesto. Ríes y piensas que no debes hacerlo, porque puede significar que empiezas a dejar de echarle de menos, incluso te fuerzas a recordarle cada minuto del día, cómo si eso fuera a conseguir que volviera a ti. Y no ves, que si alguien quiere quedarse no se va nunca.

Y llega un día en el que te das cuenta de que la pena no cura. Que te mereces seguir adelante por mucho que esa persona no quiera que te quedes, pero tampoco quiere que te vayas, haga que no te deje ser nada ni puedas dejar de serlo.

Porque siempre hay alguien en alguna parte que está dispuesto a hacerte sonreír, que hace bonitos los domingos y que sale de casa para darte un beso y verte cinco minutos. Ese alguien que anula tus nunca más y tus esfuerzos por no volver a ilusionarte.

Y es que el tiempo todo lo cura, pero la pena no. Por eso sonríe con quién lo merece y con quién de verdad quiere quedarse, y deja que te cure las cicatrices y te haga querer las suyas.

martes, 21 de enero de 2014

Cómo te echo de menos...

Anoche volvió a pasar, volví a cerrar los ojos llenando la almohada de lágrimas pensando en ti. Empiezo a creer que estoy perdiendo el poco juicio que me han dejado tantas cicatrices. Llevo más cosas por dentro de las que nadie se imagina, y al perderte, me he dado cuenta de lo vacía que me siento. Y me siento vacía porque alguna vez tú llenaste cada uno de los huecos que había en mi vida. Y es que me bastó un mes, sólo un mes, para que todo lo demás dejara de importarme. Me quedé tan ciega cuando apareciste que ahora no soy capaz de ver más allá de algo que no tenga que ver contigo. Elegí tus ojos como ese lugar en el que perderme cada vez que te tenía delante, tu olor como ese que quería llevarme a casa después de una tarde contigo y tus abrazos como la única salida a cualquier día malo.
Por que cuando tú estabas no necesitaba calma después de la tempestad, porque ésta ni existía. Cuando tú estabas, la vida era vida, y era increíblemente preciosa. Ni yo misma entiendo muy bien cómo en tan poco tiempo has podido dejar tanta huella en mí, cómo puedes dolerme tanto si ni siquiera nos dio tiempo a suceder. No hay día que no quiera escribirte, que no piense en volver a intentarlo o que no pida tener la oportunidad de empezar de cero. Y es que cuando me preguntan qué me pasa, sólo recuerdo tu nombre.
Todas las noches sueño que vuelves, que continuamos con la ilusión de esos planes que algún día hicimos y que cuando me levante podré darte los buenos días como siempre y me dedicaré a hacerte sonreír en la distancia. Me estoy obligando a olvidarte, y no hay peor forma de recordar para siempre. A veces, me imagino conversaciones que nunca ocurrieron y te veo mirándome cómo solías hacerlo y te juro que en esos momentos vuelvo a ser yo.
Estaría toda mi vida buscando tu sonrisa aunque tu aún no te hayas dado cuenta de lo mucho que esto merecía la pena.
Cómo te echo de menos…

viernes, 17 de enero de 2014

Que le pregunten a tu sonrisa...

Cada noche soy vulnerable a tu recuerdo, y todos los esfuerzos que hago durante el día para soportar esta tristeza que conlleva echarte de menos, se vienen abajo. Pierdo la cuenta de las vueltas que doy en la cama hasta que consigo dejar  de intentar encontrar el momento en el que todo se vino abajo. Anoche pensé en un día de navidad contigo, en el cine, viendo una película de la cual lo único que recuerdo es el instante en el que me cogiste de la mano y pensé en lo bien que encajaban, y me di cuenta de que quería eso cada día de mi vida, estar tan cerca de ti que me sintiera a salvo de peligros que aún no conocía.

Llevo días preguntándome por qué es tan importante el amor en nuestras vidas y supongo que es por todo aquello que lo compone.  Los pequeños detalles, los instantes que pueden ser muy breves, y sin embargo son capaces de romper todos nuestros esquemas.  Y eso es el amor. Que me pusieras una manta encima al verme temblar de frío cuando sólo llevaba una hora en tu vida, que me eligieras cómo la chica que querías al lado de tu asiento en el coche o que llevaras barba aunque te resultara incómoda porque sabías que me encantaba. Esas pequeñas cosas, lo que yo llamo la importancia de las cosas sin importancia.

Y es que te echo de menos y qué bonito es no querer echarte de más. Me gustaría decirte que te estoy esperando aunque tú no lo sepas, que cada día pienso en que quizás en algún instante, por pequeño que sea, te das cuenta de que me necesitas y que tú también me echas de menos. Y ya no sé si de verdad lo siento o simplemente quiero creerlo. Supongo que necesito pensar que me piensas.
Te echo tanto de menos que ya no sé ni sobre lo que escribo, si del amor o de las razones por las que sólo soy capaz de escribir de ti. Que le pregunten a tu sonrisa, ella es la culpable de todo.

martes, 14 de enero de 2014

Tú y un mes de diciembre

Echar de menos es unas de las sensaciones más bonitas que existen. Es bonito cuando sabes que en un corto plazo de tiempo él estará en tu puerta esperando a que salgas y le saludes con un cálido beso. Es bonito cuando te bañas en perfume para dejarle tu aroma impregnado cuando se vaya o cuando tienes que pensar qué te vas a poner para que después de varios días sin veros, te vea y te diga lo guapa que estás. No es bonito, es precioso.
 
Y una noche cualquiera de diciembre llega alguien que te hace ver que cada uno de los hombres que han pasado por tu vida no merecen ni que se recuerde que existen. Alguien que hace que te des cuenta de que lo que hasta ahora has considerado momentos mágicos con alguien ni siquiera se han ganado tener un sitio en tu memoria. Y es que llegaste tú y dejé de necesitar todo lo demás.
Me bastaron dos segundos para darme cuenta de que iba a querer que estuvieras siempre y después de varias horas teniéndote al lado, supe que algún día iba a echarte de menos. Nunca he creído en los flechazos, eso de que ves a alguien y sientes algo que ni tú misma puedes controlar. Pero me pasaste tú.
 
Te he echado de menos de la forma más maravillosa en que puede hacerse. Con esas ganas de verte que alimentaban cada hora del día, con los nervios que me hacían temblar cuando me decías que en un rato estarías en mi puerta y con la ilusión de saber que con que tan sólo me miraras de la manera en la que lo hacías, todo parecería posible.  Un día te dije que eras un cúmulo de cosas increíbles que hacen imposible no querer tenerte cerca. Esas pequeñas cosas que son solo tuyas y que hacen que queramos a las personas que pasan por nuestra vida. Entre tus cosas están tus ojos, marrones o verdes, según la luz, y que conseguían desconcentrarme hasta tal punto de no escuchar lo que decías, está tu espalda y que no dijeras nada cada vez que te tocaba con las manos heladas, tu manera de contar las cosas poniendo voces o tu manía de abrazarme después de una broma por si acaso me había enfadado. Supongo que todo eso forma parte de la felicidad, y esa es la única palabra con la que podría definir el mes de diciembre contigo.
 
Acabo de meter en una caja los pequeños recuerdos que guardé de una tarde contigo en cualquier bar, el programa de cualquier cine al que fui contigo y el ticket de cualquier cosa que me tomé a tu lado. Y me he dado cuenta de que tengo que aprender a estar sin ti y a echarte de menos ahora que te has ido y no vas a volver. Me cuestan demasiado las mañanas sin tus buenos días y me duele cada una de las noches en las que necesito una palabra tuya que no va a llegar. Nunca creí que podría necesitarte tanto.
Creo que en cada beso y en cada abrazo intentabas decirme que esto no iba a funcionar, y supongo que en tus intentos yo estaba mirando tus ojos y me perdí en ellos, sin escucharte. Superé todos mis miedos y decidí que dedicaría cada día a hacerte sonreír. Pero dejar de lado todo lo que me aterraba no fue suficiente para alejar todos tus fantasmas, esos que te impiden avanzar y ser capaz de hacer feliz a alguien. Y es que nunca te diste cuenta de que yo estaba dispuesta a matar todos los monstruos que existan por ti, y por mucho que te diga lo mucho que me importas, nunca vas a sentirlo, solo podrás imaginártelo.
 
Me hago dueña de unas palabras que no son mías pero que reflejan todo lo que quiero decirte y quizás nunca sepas. “Créeme cuando te digo que tenerte al lado era otra forma de soñar, y que nunca he sido lo suficientemente nada como para pertenecer a algo y aún así, era más tuya que de nadie”. Y ahora yo te digo que prometo estar siempre contigo, aunque huyas, aunque no vuelvas.
 
No olvides que has sido magia en mi vida y que siempre serás mi diciembre favorito.
PD: Te echo de menos Ojitos