martes, 14 de enero de 2014

Tú y un mes de diciembre

Echar de menos es unas de las sensaciones más bonitas que existen. Es bonito cuando sabes que en un corto plazo de tiempo él estará en tu puerta esperando a que salgas y le saludes con un cálido beso. Es bonito cuando te bañas en perfume para dejarle tu aroma impregnado cuando se vaya o cuando tienes que pensar qué te vas a poner para que después de varios días sin veros, te vea y te diga lo guapa que estás. No es bonito, es precioso.
 
Y una noche cualquiera de diciembre llega alguien que te hace ver que cada uno de los hombres que han pasado por tu vida no merecen ni que se recuerde que existen. Alguien que hace que te des cuenta de que lo que hasta ahora has considerado momentos mágicos con alguien ni siquiera se han ganado tener un sitio en tu memoria. Y es que llegaste tú y dejé de necesitar todo lo demás.
Me bastaron dos segundos para darme cuenta de que iba a querer que estuvieras siempre y después de varias horas teniéndote al lado, supe que algún día iba a echarte de menos. Nunca he creído en los flechazos, eso de que ves a alguien y sientes algo que ni tú misma puedes controlar. Pero me pasaste tú.
 
Te he echado de menos de la forma más maravillosa en que puede hacerse. Con esas ganas de verte que alimentaban cada hora del día, con los nervios que me hacían temblar cuando me decías que en un rato estarías en mi puerta y con la ilusión de saber que con que tan sólo me miraras de la manera en la que lo hacías, todo parecería posible.  Un día te dije que eras un cúmulo de cosas increíbles que hacen imposible no querer tenerte cerca. Esas pequeñas cosas que son solo tuyas y que hacen que queramos a las personas que pasan por nuestra vida. Entre tus cosas están tus ojos, marrones o verdes, según la luz, y que conseguían desconcentrarme hasta tal punto de no escuchar lo que decías, está tu espalda y que no dijeras nada cada vez que te tocaba con las manos heladas, tu manera de contar las cosas poniendo voces o tu manía de abrazarme después de una broma por si acaso me había enfadado. Supongo que todo eso forma parte de la felicidad, y esa es la única palabra con la que podría definir el mes de diciembre contigo.
 
Acabo de meter en una caja los pequeños recuerdos que guardé de una tarde contigo en cualquier bar, el programa de cualquier cine al que fui contigo y el ticket de cualquier cosa que me tomé a tu lado. Y me he dado cuenta de que tengo que aprender a estar sin ti y a echarte de menos ahora que te has ido y no vas a volver. Me cuestan demasiado las mañanas sin tus buenos días y me duele cada una de las noches en las que necesito una palabra tuya que no va a llegar. Nunca creí que podría necesitarte tanto.
Creo que en cada beso y en cada abrazo intentabas decirme que esto no iba a funcionar, y supongo que en tus intentos yo estaba mirando tus ojos y me perdí en ellos, sin escucharte. Superé todos mis miedos y decidí que dedicaría cada día a hacerte sonreír. Pero dejar de lado todo lo que me aterraba no fue suficiente para alejar todos tus fantasmas, esos que te impiden avanzar y ser capaz de hacer feliz a alguien. Y es que nunca te diste cuenta de que yo estaba dispuesta a matar todos los monstruos que existan por ti, y por mucho que te diga lo mucho que me importas, nunca vas a sentirlo, solo podrás imaginártelo.
 
Me hago dueña de unas palabras que no son mías pero que reflejan todo lo que quiero decirte y quizás nunca sepas. “Créeme cuando te digo que tenerte al lado era otra forma de soñar, y que nunca he sido lo suficientemente nada como para pertenecer a algo y aún así, era más tuya que de nadie”. Y ahora yo te digo que prometo estar siempre contigo, aunque huyas, aunque no vuelvas.
 
No olvides que has sido magia en mi vida y que siempre serás mi diciembre favorito.
PD: Te echo de menos Ojitos

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