Cada noche soy vulnerable a
tu recuerdo, y todos los esfuerzos que hago durante el día para soportar esta
tristeza que conlleva echarte de menos, se vienen abajo. Pierdo la cuenta de
las vueltas que doy en la cama hasta que consigo dejar de intentar encontrar el momento en el que
todo se vino abajo. Anoche pensé en un día de navidad contigo, en el cine,
viendo una película de la cual lo único que recuerdo es el instante en el que me
cogiste de la mano y pensé en lo bien que encajaban, y me di cuenta de que
quería eso cada día de mi vida, estar tan cerca de ti que me sintiera a salvo
de peligros que aún no conocía.
Llevo días preguntándome por qué
es tan importante el amor en nuestras vidas y supongo que es por todo aquello
que lo compone. Los pequeños detalles,
los instantes que pueden ser muy breves, y sin embargo son capaces de
romper todos nuestros esquemas. Y
eso es el amor. Que me pusieras una manta encima al verme temblar de frío
cuando sólo llevaba una hora en tu vida, que me eligieras cómo la chica que
querías al lado de tu asiento en el coche o que llevaras barba aunque te
resultara incómoda porque sabías que me encantaba. Esas pequeñas cosas, lo que yo llamo
la importancia de las cosas sin importancia.
Y es que te echo de menos y qué
bonito es no querer echarte de más. Me gustaría decirte que te estoy esperando
aunque tú no lo sepas, que cada día pienso en que quizás en algún instante, por
pequeño que sea, te das cuenta de que me necesitas y que tú también me echas de
menos. Y ya no sé si de verdad lo siento o simplemente quiero creerlo. Supongo
que necesito pensar que me piensas.
Te echo tanto de menos que ya no sé ni sobre lo que escribo, si del amor o de las razones por las que sólo soy capaz de escribir de ti. Que le pregunten a tu sonrisa, ella es la culpable de todo.
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